lunes, 30 de diciembre de 2013

Recapitulando 2013

Se ha acabado el año, ya no hay marcha atrás, y uno de los tópicos de estas fechas es hacer recuento de lo que ha sucedido en los últimos trescientos sesenta y cinco días. Pero es un tópico, y una persona inteligente debe de huir de ellos. Tal vez yo no sea inteligente, porque me apetece meterme en harina. Esa es la razón y no otra.


En este último artículo del año quiero hacer un repaso, pero no del año 2013, ya que habría muchos asuntos que no son adecuados para tratarlos aquí. Soy un zoon politikon como decía Aristóteles, ¿y quién no? Incluso el que reniega de ello y presume de que pasa de la política está haciendo política, al dejar estos asuntos importantes en manos de quien sea; tal vez un generalote que nos ponga a todos firmes. Y no, por eso no paso, soy un político activo, y tengo mi opción, la cual no debo compartir aquí, ya que este blog va de otra cosa. Es el blog de un escritor.

Podía, entonces, hacer un repaso literario al año que concluye, pero no me veo con erudición suficiente. He dicho que soy escritor, lo cual no significa ser un buen lector, ni un entendido en la materia. Tan sólo soy un pobre tipo que tiene cosas que decir y que las escribe y que intenta leer todo aquello que caiga en sus manos que pueda aportarle algo, no para aprender, sino para ser más humano, que es el objetivo de la Literatura. Identificarnos con otros y compartir rasgos de humanidad en nuestro paso por la finita vida en la materia, especulando sobre la transcendencia o no y sobre el sentido, o falta de él, que tiene el hecho de nacer y morir, porque, ya saben mis lectores: “sólo hay hacer y morir, lo demás es cosa vana”.

Cuando inicié este blog, allá por el verano, me propuse escribir regularmente para tratar los temas que me preocuparan como escritor. He emprendido una carrera literaria y por tanto me he hecho una persona pública, por lo cual decidí compartir mis reflexiones con quien quisiera acercarse a ellas. Sin imposiciones, pues tan sólo entrará por aquí aquel al que le dé la gana, y me abandonará en cuanto considere oportuno. Escribo para un potencial de millones de lectores, siendo consciente de que los lectores efectivos serán muy pocos, o incluso ninguno, pero eso no va a modificar la seriedad con que me planteo el proyecto. Esto quedará aquí, y estará disponible para quien quiera.

Es el blog de un escritor, pero no ha de ser un blog didáctico que enseñe literatura. Tan sólo es un espacio de reflexiones inconexas alrededor de los temas literarios que le preocupan a un escritor. Yo. Pero la literatura es tan amplia que abarca todo tipo de temas, desde culturales a políticos, e incluso sexuales. Basta con que me parezcan procedentes.


Así, lo que quería era repasar los temas que he tratado en este año, en que comienzo mi blog, y crear un precedente para continuar haciéndolo en años sucesivos, si mi vida y mi pasión literaria continúan. Para hacer balance, para ser consciente de lo tratado y para poder hacer propósitos para el año que comienza.

Empecé el 26 de agosto, presentándome al mundo, foto incluida, con un post titulado igual que mi novela, que ya estaba en talleres para salir a la luz. Planteé los temas que iba a tratar: hablar sobre literatura, publicar relatos cortos, dar noticia sobre mis éxitos y fracasos… Todo ello en una visión resignada sobre la vida, concluyendo con la frase lapidaria: Ayer nací, mañana moriré, y lo demás no importa mucho.

En el siguiente artículo presenté mi novela, hablando sobre su contenido y adelantando su portada. Continué con un análisis parcial de “La vida en otros tiempos”, donde pretendí romper el mito de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y hablé de la violencia.

A continuación traté un tema que me obsesiona, como es la imposición del idioma Inglés, al precio que sea, considerando ignorante a todo aquel que no lo hable correctamente. En nuestros días hasta las guarderías son bilingües, y el bilingüismo es algo pretendido para acabar con nuestro “paletismo” castellano. Y yo me rebelo contra ello. Estoy frontalmente en contra de toda globalización y homogeneización de la vida y la cultura. Me opongo fervientemente a los macdonals y las cocacolas. A las producciones agrícolas extensivas, que generan excedentes que hay que destruir para mantener precios… ¿Por qué cualquier turista nos muestra su arrogancia cuando no le entendemos en Inglés…? Pararé, porque me caliento y volvería a escribir un artículo monográfico. Allí quedó, y me temo que es un tema que volveré a abordar. I don't speak english… porque no me da la gana.


Volví a tratar, de forma más amplia, el tema de la violencia. Un tema que fue la idea que generó mi novela publicada este año y, a continuación, hablé sobre la profesión de novelista.

Ya en el mes de octubre, puse el vídeo publicitario de mi novela, sin más literatura añadida, y publiqué un artículo que contenía una leyenda abulense, redactado años atrás. Mes poco productivo este de octubre, ya que todos los anteriores artículos, menos el primero de agosto, los publiqué en el mes de septiembre.

El mes de noviembre escribí tres artículos, directamente relacionados con lo que para mí ha sido el acontecimiento de este año, la presentación de mi novela el día 7. Primero puse sencillamente unas fotos, luego narré mis sensaciones y, por último, colgué el vídeo con el acto de la presentación.


Y este mes de diciembre, aparte de esta recapitulación, he hablado sobre la novela de un amigo, César Díez Serrano, y realicé un homenaje póstumo a mi admirado profesor del bachillerato, que despertó en mí el amor por la literatura.

Una vez revisado lo anterior, me doy cuenta de que debo enderezar el rumbo. En el 2014 también espero algún acontecimiento, al que daré su espacio, pero me propongo ser más regular, y escribir de forma más sistemática. Alternaré las reflexiones sobre los temas que me interesen, y que crea pueden interesar a los potenciales lectores, con noticias sobre mi carrera literaria y aquello que me propuse en mi primer post, realizar relatos cortos, que me sirvan de ejercicio creador, y que gratifiquen a quienes pinchen en el blog de un escritor. ¡Ostras, tal vez pueda recopilarlos luego en un libro…! Y venderlo… Y hacerme millonario… De euros, no de pesetas, claro.

Bueno, que en diciembre de 2014 daré cuenta de todo ello de nuevo. Espero que se me perdonen mis carencias de 2013, por la inexperiencia, y que el año que entra sea para todos propicio a cumplir vuestros deseos.

Y termino sin haber hablado de la crisis, pero dejo constancia en estas últimas líneas de que la sufrimos y, siendo políticamente incorrecto, acuso al neoliberalismo de su creación artificial para empobrecer a la masa trabajadora en beneficio del crecimiento de las grandes empresas: Las multinacionales, que manejan a los gobiernos y que en la publicidad nos seducen y en el día a día nos están arruinando.

(Esta foto es de La Alberca, del verano de 2012. D.E.P.)

lunes, 16 de diciembre de 2013

Homenaje póstumo a Jacinto Herrero

Hoy, que ya no escuchas, te digo aquello que nunca te dije. Porque yo era joven, porque era inexperto, pero sobre todo porque era tímido y quería pasar desapercibido, que nadie supiera de mi existencia, que nadie reparase en mí, para que nadie pudiera dañarme.

Tú me abriste los ojos y me hiciste saber que existen pensamientos elevados, que las palabras son instrumentos de gentes sabias que las combinan y pueden crear belleza con ellas, recrear historias que nos hablen de nosotros los lectores, dignificar un idioma, despertar corazones.

Te fuiste hace dos años, pero no te has ido, porque estás en el recuerdo.

Te conocí durante cuatro cursos, que pasé bolígrafo en mano tomando notas, como en la universidad, nos decías. “Debéis empezar a entrenaros, porque luego no tendréis libros de texto, tan sólo un profesor y su sabiduría”. Y tú de esta estabas sobrado.

En los primeros tiempos nos pediste que escribiéramos un poema: “¡Oh, Morfeo, que sueñas nuestras vidas…!” Leíste en alto, esto o algo parecido, haciendo hincapié en que no revelarías al autor, para no avergonzarle. Pero me avergoncé de que tú sí supieras que era yo. Entonces no comprendía, pensaba que eso era poesía, sólo palabras grandilocuentes y sonantes, que hablaran de mitología. Aún así alabaste la cultura del impúber osado que tal escribiera, sin saber que yo conocía al dios mitológico por los chascarrillos de los tebeos.

Metido en mi invisibilidad, escuché con los ojos y vi con los oídos a partir de entonces, pues quise aprender de quien tanto sabía y me enamoré de la literatura, un amor platónico que aún mantengo, aún sin saber durante mucho tiempo que quería ser escritor. No, yo quería ser dibujante o pintor. Los tumbos de la vida, y mis pocas facultades plásticas, me han hecho escritor. Sí, ya lo dije una vez, soy escritor porque escribo.

Te confieso una cosa que nunca supiste, yo me iba a la “Casa de la Cultura”, tomaba tu “Tierra de conejos” y la copiaba a bolígrafo en cuartillas, verso a verso, para poder llevarme tu libro a mi casa y tenerlo siempre. Esas letras impresas eran de un escritor al que yo escuchaba todos los días. Yo era un privilegiado.

Recuerdo cómo algunos días nos leías en voz alta, impostando la voz de los personajes, variados pasajes de lo mejor de la literatura castellana. Era un deleite y la mejor iniciación a la lectura que puede tener cualquier persona.

Cuatro años empapándome de tu sabiduría, en un BUP de letras puras y en un COU con Griego y Latín, me hicieron menos ignorante. ¿Pero tú te diste cuenta de que yo estaba en tus clases? Supongo que sí, según una segunda anécdota elegida de los tiempos postreros para compensar la otra de los inicios. Nos habías encomendado el día anterior un comentario de textos y pediste, alumno tras alumno y alumna tras alumna, en el Dioce ya había chicas en las clases de COU, que expusiéramos nuestro trabajo. Uno tras otro, demostraron su ignorancia, o el hecho evidente de que no habían trabajado en casa. “Venga, hazlo tú y acabemos. Lúcete ante estos patanes”. Fue un halago, ya sabías que yo existía y además confiabas en que era de los buenos. Me emocioné y me enorgullecí, pero yo tampoco lo había preparado, la verdad es que no me enteré de que teníamos que trabajar ese texto: ¡Qué narices estaría pensando! Así que improvisé, fiándome de mis conocimientos. Quedé tan mal como el resto y tú volviste a decepcionarte por unos pupilos tan ineptos. ¡Qué juventud! ¡Qué futuro le espera al país!

Pero luego las notas sí que me valoraban. Yo era de los buenos, a pesar de todo…


Hasta hace poco más de cinco años no se me había ocurrido convertirme en escritor. Siempre he sabido que se me daba bien la expresión escrita, pero no me había planteado que pudiera escribir algo que interesara a los demás.

                En mis estudios de bachillerato tuve un maestro excepcional que me despertó el interés por la literatura. Se trata de Jacinto Herrero Esteban que falleció justo hace dos años, el 19 de diciembre de 2011, y era un excelente poeta que aún no ha sido reconocido con el mérito que tiene. Su erudición y su amor a la literatura encandilaban, siendo sus explicaciones auténticas clases magistrales que bien podían haberse impartido en una facultad universitaria. No sólo hablaba de los autores más prestigiosos, a los que conocía en persona, como Dámaso Alonso, Jiménez Lozano o Ernesto Cardenal, sino que él mismo tenía libros publicados, lo cual deslumbraba a unos adolescentes de una pequeñísima capital de provincias.

                Hay que valorar y poner en su justa medida la importancia de un buen maestro, que es el que sabe motivar a los alumnos y les abre los ojos al mundo fascinante de la literatura. Recuerdo que él siempre prestigiaba la palabra “maestro” como la más hermosa, y superior a la de “profesor” que por entonces se imponía sobre la otra, al estar en plena implantación el plan nuevo educativo que trajo la E.G.B., el B.U.P. y el C.O.U.

                Además de su erudición literaria nos facilitó un arma poderosísima para entender la literatura como es el comentario de textos. Nos enseñó a manejarlo y con él a entender a los autores y a lo que querían decir. Sus análisis eran profundos y brillantes y nos hacían ver lo que  superficialmente no se veía. La técnica de comentarios de textos que nos enseñó me ha servido el resto de mi período de estudios y de lecturas.

               Con él leí lo más importante de la literatura clásica castellana, fundando la base para entender la literatura contemporánea. A partir de entonces mis lecturas han sido anárquicas, pero de vez en cuando he vuelto a los clásicos y a completar las lecturas que me faltaban y que me hacen comprender que nunca llegaré a tener el amplio conocimiento que él tuvo.

¿He dicho que era cura? Es igual, no importa, no se le notaba.

lunes, 9 de diciembre de 2013

El misterio de Ana Bolena de César Díez Serrano


“César Díez Serrano es un ingeniero informático poco común”, así se presenta este autor a los lectores en su primera novela titulada “La edad de Acuario”. Y es poco común, no porque sea un ingeniero dedicado a la literatura, ya que no es infrecuente que médicos, arquitectos u otros intelectuales de la rama de “las ciencias” se dediquen a “las letras”. Las “ciencias” son una preparación técnica para desarrollar en todas sus facetas la complejidad del mundo actual, mientras las “letras” son propias del humanismo del que todos participamos, los científicos y los que no lo somos.

Yo, que tengo la suerte de conocerle, sé que César es poco común por su entusiasmo. Ha decidido dedicarse a escribir novelas de misterio y aventuras y lo hace poniendo toda la carne en el asador. Es inquieto y se mueve, habla con librerías, toma contacto con otros escritores, participa en todo aquel evento que le convoca, programas de radio, congresos de escritores, presentaciones de novelas suyas y de otros, ferias del libro… Y si hace falta ir a Londres a presentar su saga, toma un avión, que no es para él un placer, y se va. Lleva el nombre de Ávila por todas partes y reivindica la narrativa que se realiza en nuestra ciudad, pequeña capital llena de escritores, poetas, novelistas…

Es decir, creé en él y en lo que hace, y no quiere dejar pasar ocasión de hacer que la gente se entere de que existen sus novelas. Y tiene razones para creer en él, ya que escribe de una forma cercana y logra transmitir emociones en una saga que va ya por su segunda entrega.

Con “La edad de Acuario”, nos presentó a unos personajes que hablaban con su propia voz y que se dirigían en primera persona a un interlocutor con el que compartían los sucesos cotidianos y otros hechos no tan usuales que les acontecían. De forma fresca nos trasmitían ideas y sensaciones, mientras ocurrían unos acontecimientos que constituían una trama de policíaca y de intriga. Con ello conseguía que el lector formase parte de la novela, siendo interlocutor de los personajes. Cada uno de nosotros podíamos considerarnos el amigo confidente y ser partícipe de las andanzas de los protagonistas en los paisajes londinenses que tan bien demuestra conocer César. Pasamos así con ellos quehaceres cotidianos, sus pasiones, sus gozos y sus miedos.


“El misterio de Ana Bolena” es la continuación de la novela anterior. Nadie se puede llamar a engaño, pues así se promociona. Pero no es necesario haber leído la primera parte para disfrutar de una trama nueva y completa. Los enigmas de “La edad de Acuario” quedaron resueltos, pero el autor retoma a uno de los personajes y lo devuelve a los mismos escenarios un año después, con una componenda nueva que surge a partir de la anterior y un nuevo misterio que llevará al lector a volver a recorrer las calles de Londres y a visitar también las de París, dos ciudades muy distintas, pero con muchos puntos en común. De la nueva trama nada descubriré aquí, pues invito a los potenciales lectores a que la descubran por sí mismos. Intentaré hablar de la novela sin desvelar su argumento.



Tras una relación conflictiva y apasionada de los dos protagonistas de la primera parte de la saga, César opta por uno de ellos, Marcos Guillén, que será el que regrese al periódico londinense Gloucester Post, para prestar ayuda en la solución a los problemas que se abrieron con el comportamiento de su anterior directora, Keira Kingston, implicada en los sucesos de la trama de Acuario. En un arriesgado salto, César, prescinde de la pija Carla García, la cual, a pesar de sus defectos, contaba también con algunas simpatías, ya que sus personajes no se enmarcan en el espectro maniqueo, sino que tienen sus luces y sus sombras. Pero sigue utilizando dos voces narrativas y para dar un contrapunto a Marcos, que continúa narrando los hechos en primera persona, se introduce otro personaje femenino, Chelsea Hart, una reportera de televisión con un carácter difícil y que comienza chocando con la actitud ingenua de Marcos.

En esta segunda entrega, César, hace hincapié en la diferenciación de personalidad de los dos protagonistas que, alternando sus voces, nos llevarán de la mano como confidentes en la resolución de unos misteriosos crímenes que traen de cabeza a Scotland Yard, y al Gloucester Post, periódico que quiere limpiar la imagen que le dejó su anterior directora.


A partir de ahí, el lector se deja llevar con facilidad por unas situaciones bien narradas y unos paisajes que traerán recuerdos a los que los conozcan –yo he estado en París– y acercarán su comprensión a quienes no los hayan visitado ninguna vez –nunca he estado en Londres–, haciéndolos cercanos a unos y otros.

Los españoles nos vemos  reflejados en ese Marcos, incomprendido en el extranjero y en las costumbres foráneas no bien entendidas por nosotros. Se nota que César ha pasado por muchos de los contextos por los que transitan sus personajes. Me refiero, claro está, a los sucesos más triviales, no a los policíacos que desarrollan la trama. El libro huele a fish and chips y a moules avec des frites. Escucharemos la lluvia de Londres y el ambiente de los cafés parisinos. Veremos a los bobbies londinenses y a los pintores del Sacré Coeur. Y todo ello sin ser conscientes, hasta que no acabemos la lectura, al igual que no lo sentimos mientras realizamos un viaje, sino más bien con el recuerdo de haberlo realizado.

César nos plantea puro entretenimiento y así debemos abordar su novela, sin más pretensiones, que ya son bastantes. Nos presenta a unos personajes con los que podemos identificarnos y a otros que hemos encontrado alguna vez en la calle.


Aconsejo que lean El misterio de Ana Bolena a aquellos que disfrutaron con la Edad de Acuario, y a los que no, que la lean también y, si les acaba gustando, después que busquen la Edad de Acuario. Se les hará corta. Recomiendo de igual forma, a aquellos que estén en Ávila, que vayan el próximo sábado, 14 de diciembre, a las ocho de la tarde al Episcopio, para escuchar a César y comprender que su obra surge de su sueño de escritor poco común... Poco común, no por ser ingeniero informático, sino por su inquietud intelectual, su ilusión creadora y su calidad humana.