viernes, 27 de febrero de 2015

La huella del hombre pisada

“La huella del hombre pisada” es una novela breve, de capítulos muy cortos que enganchan a su lectura, conduciendo al lector de uno en otro sin darse cuenta, como el que come frutos secos. El autor, Rubén Negro, con tan sólo dos libros publicados, tiene ya un estilo personal muy reconocible. Narra en primera persona, con personajes que tienen mucho de él. No es que sean autobiográficos, sino que nos cuentan mucho del autor, ya que están plagados de sus reflexiones. En “La huella…” el protagonista comparte muchos aspectos de lo que, supongo -que no lo sé-, es la biografía real del autor. Aunque los hechos narrados no tengan nada que ver con su vida personal, sí que es muy cierto el marco contextual, las edades de los personajes, su ambiente social, sus ambiciones, sus luchas, sus diversiones... Pienso que una novela debe ser una gran mentira que cuente la verdad y esto Rubén lo ha conseguido.

“La huella…” desgrana la realidad que rodea a una generación de una concreta etapa histórica, adjetivada como Crisis. Como cuenta el autor en sus presentaciones, toda generación ambiciona dejar una huella en la historia, con la que ser reconocidos por generaciones posteriores; pero la generación que buscaba un lugar en la sociedad cuando reventó la burbuja del ladrillo no tiene espacio, no le dejan soñar un futuro. Es como si les hubieran pisado esa huella, tratando de ningunearlos para la Historia. De ahí el título de la novela. Pero no es una novela generacional. En ella hay un retrato muy comprensible por los que no somos de su generación, y el lograr que lectores que tienen poco que ver con “la generación que no quiso ser perdida” puedan meterse su piel es uno de sus logros.


Del argumento es mejor contar lo menos posible, para no sustraer lectores. Aún así explicaré que todo gira en torno a un año crucial para el protagonista -Manuel-, 2013, en el que acaba de cumplir los treinta años. Este año es adjetivado varias veces, y ninguna de forma positiva -frío y mentiroso… año feo (pg. 13), feo y frío (pg. 20) o grisáceo y pantanoso (pg. 61)-. El subjetivismo poético que califica el entorno con el estado de ánimo personal, le debe mucho a ese cambio de década fatídico en el que Manuel se da cuenta de que se ha hecho mayor. Y sería solo eso, si objetivamente las circunstancias externas no fueran tan tristes, feas, mentirosas y frías como las que ha marcado la crisis. La novela cierra un círculo doble. Comienza y concluye con unas onomatopeyas -“crufj, klamp”- y a la vez arranca y termina con el año 2013. Se desarrolla dejando a Manuel a arrastrar su memoria por los cinco años precedentes, desde 2008, que marca el despertar del sueño de la opulencia económica en España, llegando hasta el punto más bajo de la caída sin fondo del 2013, previendo que la caída no iba a detenerse entonces. Coinciden con los años de plenitud del protagonista, que es cuando debe poner en marcha su proyecto de vida, tanto laboral como sentimental, topándose con la cruda realidad de que ya los mileuristas no son los perdedores, de que un contrato fijo y bien pagado es una quimera y de que cada cual intenta nadar en una dirección para no hundirse.

Conoceremos a un puñado de personajes secundarios, Layla, Carla, Marga, Mariano, don Javier… y cómo éstos enfrentan de forma diferente la búsqueda de la dignidad en un contexto social adverso. Layla y Marga representan dos formas diferentes de desafiar el negro futuro, y entre ellas andará Manuel, sin rumbo claro. Las diferentes respuestas, alguna con exilio incluido, marcarán el quiero y no puedo de una generación que se rebela contra la injusticia, porque no quieren ser pisados. Y todo ello sin heroicidades, sin revoluciones políticas, con la cotidianidad y la búsqueda de una salida personal, intentando comprender la injusticia.

Las reflexiones y la forma de relatar los hechos, a manera de confesiones hechas a un diario, nos sumergen en fiestas, resacas, anhelos, trabajos, viajes, miedos cósmicos, búsquedas de sentido a la vida…  Algo que todas las generaciones hemos hecho, aunque en circunstancias diferentes. Tal vez, el haber sido joven en los años ochenta, cuando nació el autor, me acerque a su punto de vista, porque la crisis ochentera, con las reconversiones industriales y el cambio de modelo económico, nos arrastró por barros parecidos de desempleo y negro futuro. Yo me hice las mismas preguntas y tuve los mismos miedos. Sobre todo a las tardes desesperanzadoras de los domingos. Por eso sé que dejarse la piel en la lucha es lo único que nos mantiene la dignidad.

La forma de narrar de Rubén Negro es muy poética y alimenta el disfrute de la lectura. Está plagada de metáforas -“…cuando veo ese edificio de hormigón: hasta el ladrillo se ha vuelto triste”, “los pilares que te sustentan se vienen abajo cuando el mundo está instalado en el cinismo”, “a la mañana siguiente éramos una gran nada con recuerdos perdidos”, “tal vez así lograría que el viento dejase de soplarme melancolías…”-, retratos de la realidad cotidiana -“acabé en una cama dura como un leño, bajándome otra cerveza de marca impronunciable”, “despierto ahora y el sillón me parece una celda”, “ese verano fuimos a la playa, y vimos unos cuantos anocheceres”- y reflexiones filosóficas -“la pregunta de ‘¿Qué somos?’ es un viaje que te puede llevar a la locura”, “¿Es la vida un regalo o es esto el infierno para los que arriba no se comportaron bien?”.


El regusto, entre dulce y amargo, que produce la lectura de “La huella del hombre pisada” es muy recomendable y es lo que me ha movido a realizar en esta entrada una reseña literaria, en las que no suelo prodigarme en este blog. Ánimo Rubén, espero que saques pronto tu prometido “largometraje”.

sábado, 14 de febrero de 2015

San Valentín

Hoy es 14 de febrero y tengo un grave problema con esta fecha. Por un lado es una invención, o más bien una incitación, de la sociedad de consumo para que gastemos dinero. No les importa más que eso, el dinero gastado, y sin vergüenza alguna nos hacen un chantaje emocional. Por otro lado a los que estamos felizmente en pareja el tener un día de referencia para recordarnos lo que sentimos no nos viene mal, por mucho que lo correcto sea celebrarlo todos los días. Confieso que varios años hemos caído en la trampa y hemos pasado por caja, con un regalito. Otros, mejor empleados, lo hemos celebrado con una cena en un restaurante. Este no ha habido nada de eso, pero sí hemos tenido felicitaciones. Me sonroja poner tanta intimidad en la nube, para que lo lea todo aquel que quiera, pero los poetas deben desnudarse en público, o no ser. Yo no soy. No me considero poeta. Quiero ser novelista, que le da una cobertura más dura a mi piel. Aún así he tenido la debilidad de dejar un cajón de versos, donde de vez en cuando guardo uno nuevo. Hace un par de años, cuando mi chica cumplió una cantidad de años redonda, se me ocurrió un regalo que llegó a emocionarla. La escribí un libro de poemas, con uno por cada año que cumplía. De ahí salen estos cinco que ahora doy a conocer públicamente como regalo de San Valentín. Están dedicados, claro, a Mila, ya que le pertenecen.

Acróstico

Me dijeron que naciste
ignorando el mañana,
lo mismo que el mochuelo
aletea en la noche,
guiado por el sonido, en
ausencia de luz.
Raudos se abrieron tus ojos,
cansados ya, aunque vivos, e
iluminaron la cruda realidad.
Ayer aún era posguerra:
Bendito el pan que llega,
la casa que abriga y el
ánimo que consuela.
Zancada a zancada,
que hay que avanzar,
el Tiempo te crece, te
zambulle en la mar.

Me dijeron tus palabras

Soy como esas mañanas
en que apenas luce el sol,
nubladas y algo lluviosas,
con misterio alrededor
-me dijeron tus palabras,
aportándome calor-.

Eres tú como esas tardes,
de verano y con tormenta,
ardiente y relampagueante.
De aguacero persistente,
eres tempestad cambiante,
predecible e imprevista,
presta a beberte la vida
con ímpetu de ciclón.

Con eso tan solo

Escribir un poema es mirar a las cosas,
aprehender su sentido,
captar sus matices,
beber su apariencia.
Con eso tan sólo se escribe un poema.
Con una mirada, directa o forzada,
con un sol brillante, que inunde una cara,
con mar espumoso en un día de playa,
con un día claro y brisa sosegada.
Con eso tan sólo se escribe un poema.
Con una palabra, pequeña o prolongada,
con sólo un pensamiento,
con una idea elaborada.
Con soles y con sombras
que te llenen el alma
y te inviten a trazar lúcidas metáforas.
Con eso tan sólo se escribe un poema.
Con alguien que lo inspire,
que desprenda amor,
como cuando me miras y luego te miro yo,
intercambiando las sonrisas
y bañando los corazones de satisfacción.
Tan sólo con eso se escribe un poema.

Azul

De azul se vistió el mar,
copiando tu color.
De azul se tiñó el cielo,
corriendo tras de ti.
Azul es tu sonrisa,
sabiéndose segura
en labios que iluminan
un rostro azul añil.

De azul se vistió el mar,
lidiando con el cielo,
sabiendo que no puede
contigo competir.
Azul te da primor,
sin saber que tu escondes
belleza aún mayor
dentro del corazón,
que es rojo carmesí.

Sé por qué

No.
No sé.
No sé por qué.
No sé por qué te quiero.
No sé por qué te quiero, amor.
No sé por qué.
Te quiero,
amor.


Sí.     Sí.
Ya sé por qué te quiero.
Sí sé por qué te quiero, amor.
Sí sé por qué te quiero.
Porque querer-
te quiero,
amor.