martes, 30 de junio de 2015

Qué es la literatura

Vaya plasta, pensará usted, amigo lector. Ahora se va a poner a teorizar sesudamente sobre un asunto que no interesa a nadie. Lo importante no es qué es la literatura, sino que me cuenten una historia que me entretenga.


Pues tiene usted razón, y perdone por el tratamiento formal, que no es más que para poner distancia entre nosotros. Porque yo a los amigos, a los que tuteo, no debo soltarles un rollo, a menos que quiera perderlos, y a los que no conozco, si no los entretengo, no tienen razón para seguir conmigo.

Pero, venga vamos, que yo tampoco soy ortodoxo y no voy a exponer una pesada teoría al respecto, que estamos en verano y hay que descender a temas ligeros. Tan sólo pretendo dar un par, o dos pares, de pinceladas sueltas sobre el tema y hasta podría estar equivocado, vaya. Es que, verá usted, los que osamos escribir para los demás no dejamos de plantearnos cuestiones como esta, ¿qué es para mí la literatura? Por si te lo preguntan y eso, pero, sobre todo, porque después de escribir, y no antes, nos cuestionamos: ¿pero yo qué estoy haciendo?

Así que seré breve, mi sentencia es la siguiente: la literatura es una mentira que cuenta la verdad.

Básicamente ahí está todo, es decir, de esa afirmación tan escueta y contundente se deduce todo lo que es la literatura para mí. Para otros, vaya usted a saber.

La literatura siempre es mentira, porque no hay nadie capaz de escribir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Los diálogos son falsos -literarios-, pues nadie habla así. Las descripciones tiran más de la poesía que de la realidad, los poemas vuelan en metáforas, mentiras pues, y los argumentos de la novela son tan quiméricos y manipulados, que ninguna historia resistiría el más mínimo análisis científico.


Usted me preguntará: ¿Y una novela que cuente la biografía de alguien, es también mentira? Totalmente. Nadie, ni siquiera uno mismo, es capaz de conocer a fondo lo que hace, pues nos engañamos y ni siquiera la impresión que creemos que damos a los demás coincide con la que los demás tienen de nosotros. ¿Cómo vamos a saber lo que hablaron el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez en una entrevista privada? ¿Porque lo contó alguno de los dos? ¿Qué te apuestas a que si, nada más salir de esa entrevista, cada uno escribe al pie de la letra lo que ha ocurrido, habrá diferencias más o menos contundentes entre las dos versiones?

Podría extenderme en explicar que nadie es capaz de escribir la verdad, porque la desconoce, o porque la interpreta, pero me alargaría y prometí al comienzo que no iba a soltar un plomazo en este artículo, que es verano y hace “mucha caló”.

Si la literatura, la novela, la poesía, etc., son incapaces de contar la verdad, ¿por qué afirmo que mintiendo dicen la verdad?, ¿me contradigo?


Creo que no, pues estimo como valor esencial literario la sinceridad. Si lo que hace un autor es comunicarse con el lector, y lo realiza utilizando los artificios literarios, es decir la mentira, no le queda más remedio que ser sincero y no tratar de engañar a aquel a quien se dirige. Si yo noto en una lectura una impostura o una hipocresía en el autor, doy una patada a ese libro y abro otro. No sé usted, amigo.

Así, por ejemplo, si con un diálogo inventado, recreado, o aproximado a lo que ocurrió, el autor logra que el lector sea cómplice de lo que se le cuenta y hace que pueda creerse que esa forma artística mentirosa está transmitiendo algo verdadero, entonces se ha producido un acto literario donde la verdad se palpa. El lector, por tanto, pacta con el autor para creerle, sabiendo que le está mintiendo. Todos sabían que El Quijote nunca existió cuando en el siglo XVII leían sus aventuras, sin embargo llegaron a conocer la verdad del alma humana con sus páginas, y a divertirse y entretenerse además. El Quijote era verdad, como lo es cualquier libro que merezca la pena. Y la Verdad es el Arte, al que se le aplica el mismo paradigma. Por eso la literatura es Arte, porque es Verdad.



Eso es lo que pienso. Yo cuando escribo soy consciente de que estoy mintiendo, sin embargo, rompo las barreras de mi intimidad para derramarme en mis palabras (ostia, qué bonito me ha quedado, “mejóramelo si puedes”, como dice José Mota…).

P.S: Cuando uno tiene la arrogancia de decir “mejóramelo si puedes”, entonces ocurre lo que es lógico, que otro llegue y te baje del pedestal. Y así ha ocurrido, pues las correcciones que me ha sugerido mi amigo Juan a “mi frase insuperable” no puedo dejar de hacerlas constar por lo acertadas que son. Si le quitamos posesividad redundante y añadimos un toque poético, la frase quedaría así: “rompo mis barreras de intimidad para derramarme en palabras”. Ya pueden citarlo, en el calendario del próximo año por ejemplo, añadiendo la autoría Cristóbal Medina/Juan de la Cruz Mayo.

lunes, 15 de junio de 2015

Las ruedas de molino

Tal vez lo que voy a contar sea algo subjetivo que me atañe únicamente a mí, que no comparta nadie más, pero es por eso que necesito decirlo en voz alta.

A veces nos lanzan asertos que hay que aceptar porque sí, porque son verdades ciertas y evidentes, las cuales me rechinan personalmente y, reflexionando un poco sobre ellas, me doy cuenta de que son mentiras. Si recapacito un poco más descubro que son mentiras intencionadas. Es lo que comúnmente se dice como que nos hacen comulgar con ruedas de molino. Para no hacerlo prolijo, explicaré alguna de estas hostias pétreas, sin profundizar demasiado. 

La primera, no será la más importante, pero sí es una que me hace mucho daño aceptar, tal vez porque soy susceptible. Dicen voces ocultas que en este país estamos mal acostumbrados y que vemos corriente el comprar, adquirir, la vivienda habitual, cuando lo normal sería alquilarla, como hacen en la mayoría de los países del extranjero. La compra es una tendencia que deberíamos erradicar cuanto antes para ir en la buena dirección.


Lo dicho, no puedo escucharlo, sin que se me revuelvan las tripas. ¿Quieren decir que la propiedad privada no es un bien generalizable? ¿Que debe existir una casta de propietarios capitalistas que nos arriende el lugar donde vivimos? ¿Que los pobres debemos vivir de prestado durante toda nuestra vida?

No sé por qué razón, aunque la intuyo, nos quieren inculcar que las clases trabajadoras no podemos poseer, ya no los medios de producción, sino siquiera la vivienda que habitamos. ¿También nos dirán después que debemos alquilar el automóvil?

Entiendo que una persona joven, sin un trabajo establecido definitivamente, o un estudiante en una ciudad que no es la suya, alquile su lugar de habitación, pero no me entra en la cabeza, que un padre de familia no pueda tomar posesión de las cuatro paredes que habita. ¿La propiedad privada es exclusiva de la casta? O acaso es que no nos quieren arraigados territorialmente, para que estemos disponibles como mano de obra móvil, que debe habitar de forma transhumante allí donde le oferten trabajo. ¿Qué tipo de esclavitud nos exige el capitalismo?

Todo ser humano tiene el derecho a una vivienda digna, y los estados deben garantizar ese derecho a un precio que sea asequible para él, de acuerdo a sus recursos. Yo, particularmente lucharé lo que me reste de vida, para que derechos como éste sean respetados. Y también por otros más importantes que tampoco se están garantizando, como la alimentación equilibrada de los niños, el trabajo dignamente retribuido y el vestido decoroso, además de la sanidad universal y la educación pública. El Estado que no garantice estos derechos primarios, estará subvirtiendo el pacto social que posibilita la convivencia. Algo gravísimo.


Otros ejemplos de índole diferente, que nos intentan hacer pasar como verdades incuestionables, y que pongo como ejemplo, tienen los siguientes enunciados: hay que fomentar la natalidad y todo el mundo debe hablar inglés.

¿En un planeta de siete mil millones de habitantes hay que fomentar la natalidad? ¿Pero, nos hemos vuelto locos? El impacto del ser humano en el medio ambiente es bestial, estamos acabando con la facultad regeneradora de la naturaleza, por el exceso de basuras, por la pesca intensiva, por los cultivos esquilmadores, por los deshechos industriales, por la contaminación, por la caza y ganadería que disminuyen la biodiversidad y condenando, además, a parte de esa humanidad a la miseria y el hambre. Si la población de Europa está envejecida, la de África es muy joven. Entonces el problema no es que haya pocos nacimientos, sino que están mal repartidos, al igual que la riqueza.

Tampoco es necesaria la mano de obra nueva para que funcione la industria, ya que el paro es bestial. El problema no está en que existan pocos nacimientos, sino en la injusticia del reparto de la riqueza del mundo. ¿Por qué han de trabajar los viejos, mientras a los jóvenes les alargamos el periodo estudiantil y los abocamos al paro? La única solución es que las empresas, que cada vez tienen menos mano de obra por la mecanización, en lugar de enriquecer a empresarios soberbios, contribuyan a la justicia social a través de impuestos. Y si no lo aceptan, nos estarán robando a todos, pues todos nacimos desnudos y el acaparar es latrocinio. La prueba es que existen demasiados ricos acaparadores, que se lavan la conciencia con donaciones caritativas, mientras explotan en trabajo de niños en el tercer mundo.


En cuanto al tema del Inglés, es algo recurrente en este blog, y puede seguirse en las entradas con la etiqueta “Defensa del Castellano”. En primer lugar me apena que la lengua internacional no sea el Esperanto o el mismo Latín, pero una vez que hemos hecho del idioma de Shakespeare el lenguaje internacional, ¿por qué tenemos que hablarlo todos para no ser unos paletos?

Defiendo el derecho a que todo el que quiera pueda aprenderlo y usarlo, ver películas en versión original o leer textos en inglés. Es lógico que aquellos que lo necesiten profesionalmente lo estudien. Pero intentar hacer bilingüe a todo el país no puede traer otro resultado que enterrar a la lengua de Cervantes, consiguiendo que sea una lengua muerta, sólo estudiada por los filólogos.

Si alcanzamos un país auténticamente bilingüe, el siguiente paso es dejar la lengua materna para asuntos domésticos y, en pocas generaciones, comprenderíamos su inutilidad, dejando de usarla. Panorama para mí negro, pero distopía lógica con el devenir de los acontecimientos. Y ya llevamos mucho camino recorrido. Aunque algunos no se den cuenta están dejando de utilizar palabras castizas, para usar su equivalente inglesa: ránin (perdonad la castellanización) por correr, jol por zaguán, coach por entrenador, yim por gimnasio… Y encima las escriben in Inglés, haciendo incoherente la escritura de su idioma. ¿Existe límite? ¿Pararemos antes de que no haya vuelta atrás? ¿Qué nos harán decir en lugar de “cojones”?

Un par de patatas, evidentemente

Los angloparlantes se recorren el mundo con la seguridad de que todos tienen la obligación de enterderlos, pero vete tú a Londres y háblales en Castellano. Te mirarán con desprecio, con el mismo que ponen si, en un comercio de nuestro país, el dependiente les responde con un charro: “¿lo qué?”.


Lo dejo, que me caliento. Éstas no son las únicas, nos están haciendo tragar más ruedas de molino, y la única solución es la concienciación y darles una patada en las patatas.