miércoles, 30 de septiembre de 2015

Silencios amargos

Releo lo que escribí y lloro, pues ya no hay remedio. Es demasiado tarde.

‘Estoy harta. Harta de ti y de tu deslealtad. Desde hace tiempo sé que estás leyendo mi diario. Sé que lo haces a escondidas, en cuanto me acuesto. Siempre llegas tarde del trabajo… O, bueno, eso dices tú, porque ya no me creo que te pases el día trabajando. El caso es que cuando llegas a casa estás tan cansado, que ni siquiera tienes ganas de hablar conmigo. Te quedas ahí, callado, en el sillón, mirando la tele. Te esperas a que me acueste y luego vas al álbum de fotos, donde has descubierto que escondo la llave, la coges y lees mi diario cobardemente. Y eres tan necio que ni siquiera devuelves la llave entre las mismas hojas del álbum que yo, sin importarte que por este detalle acabaría descubriéndote.

Eres un miserable. Cuando me di cuenta de que leías mi diario me enfurecí de tal forma que pensé dejar de escribir en él, o engañarte y mentir, pero me arrepentí, te di una segunda oportunidad, quise ser sincera y mostrarte mi hastío para inducirte a actuar, a hablar conmigo. Quise que vieras que ya estoy harta, que no me siento valorada por ti, que hace tiempo que dejé de amarte.  Me casé ilusionada, aunque me decepcioné enseguida por tu carácter callado. He pasado junto a ti años enteros, esperanzada en que cambiaras y me hicieras ver que soy especial. Al final me resigné a ser invisible.

Pero ya no aguanto más. Así que vete a la mierda de una vez. Lo nuestro no existe. Ya no deseo prolongarlo más. No te he abandonado antes por miedo. Miedo a quedarme totalmente sola, ya que ni siquiera hemos podido tener hijos. Pues se acabó. Por eso te escribo esto en el diario que sé que acabarás leyendo esta noche cuando, como tantas otras, me vaya a la cama antes que tú. Ya lo sabes, he dejado de quererte y mañana te abandonaré, en cuanto te marches al trabajo.

Y sé que cuando me acueste leerás esto, como siempre, y te acostarás después sin despertarme para hablar y eso reafirmará mis intenciones. Así, tú mismo tomarás la decisión por mí.’

Y no me dijo nada al acostarse. A pesar de que no pude dormir, bañada en lágrimas, él ni siquiera se dio cuenta. A la mañana siguiente, en cuanto se marchó, desaparecí, dejando una nota de despedida y de desamor en la mesa de la cocina, donde di rienda suelta a mi rabia y no paré de enumerarle todos los insultos que se me ocurrieron. Nota que ya habrá leído a estas horas, cuando acabo de encontrar otra nota suya en el pantalón vaquero que me puse hoy, y que envolvía la llave de mi diario:

‘Perdona, cariño, todas las noches cuando te acuestas, me gusta quedarme un rato mirando nuestros recuerdos en el álbum de fotos y suele caerse esta llave de tu diario, que ahora te devuelvo para que la pongas en otro sitio más seguro, no sea que me den tentaciones de leerlo, je, je. Me gusta mirar las fotos de cuando nos casamos ilusionados, porque sé que te hago infeliz desde que los médicos nos dijeron que era yo el estéril. Me consuelo cada noche, cuando te vas a la cama, viendo la cara de alegría que tenías el día que te casaste conmigo. Soy inmensamente feliz a tu lado, aunque no nos hablemos apenas debido  al agotamiento físico y emocional que me proporciona el horrible trabajo que me aparta tanto de ti y que tan cansado me trae a casa por las noches. Por fin he decidido cambiar esto y aceptar ese puesto que te comenté, para tener más tiempo libre que dedicarte, aunque gane menos dinero. Mañana, después de dimitir, llegaré a casa pronto y hablaremos. Un beso. Te quiero mucho, demasiado, y desde ahora verás cómo empezamos a ser felices’.

Demasiado tarde¼


martes, 15 de septiembre de 2015

Abundando en la fe y en la democracia

La fe puede servir para diversas funciones, como huir del miedo a la muerte o simplemente para asegurar una ideología compleja que es indemostrable. Cuando no podemos saber la verdad, creemos a ciegas. Eso es la fe.

Está claro -para mí lo está- que la fe es simple y llanamente un acto de la voluntad, pues creemos lo que queremos creer y no porque sea verdad evidente, sino al contrario, porque no podemos certificar su autenticidad. Si somos conscientes de ello y lo relativizamos respetando que los demás puedan creer otra cosa, pues entonces no pasa nada, podremos convivir y esto se llama democracia, ya que ésta consiste en aceptar las opiniones de los demás. Luego realizarán la labor de gobierno aquellos que sus opiniones logren el consenso mayoritario y se vean refrendadas a través de los votos. Es el juego político.


Y yo me pregunto: ¿Hay demócratas en España? Por supuesto y de todas las creencias, o fes, tanto de izquierdas como de derechas. El problema es que hay  muchos otros que no lo son y que tan solo aceptan la democracia cuando gobiernan los suyos y se oponen vehementemente a aquellos equivocados, malintencionados, idiotas, ignorantes, tarados, criminales, malhechores, delincuentes… que opinan diferente. Así entramos en el reino de la intransigencia, que es el opuesto a la democracia.

Recuerdo una película americana -agradecería que algún cinéfilo me apuntara cuál es- en la que un personaje decía algo parecido a esto: “No estoy en absoluto de acuerdo con usted, pero moriría por defender  su derecho a opinar así”. Eso es democracia, lo demás, no.

Intransigentes fueron, o lo son, el régimen nazi, el ISIS o Estado Islámico, el régimen de Maduro en Venezuela, las monarquías árabes actuales, el golpe de estado criminal de 1936 en España denominado “Alzamiento Nacional”, el franquismo posterior, la Inquisición, el comunismo de Stalin…

Dentro de la intransigencia y contrarios a todo sentimiento democrático debemos enmarcar también a todos los nacionalismos, por ejemplo el español y el catalán, que aún propugnan ideas sagradas, y por tanto las convierten en cuestiones de fe, es decir artificiales y no probadas, sin importarles falsear en su favor la Historia. Estas ideas consagradas son la indivisibilidad de la patria, el “somos mejores”, los valores superiores de la nación, el “España nos roba”, el “si queréis la independencia marchaos, pero marchaos fuera de la península que es nuestra”… (nuevamente puntos suspensivos). El hacer sagrada una creencia no hay racionalismo que lo soporte.

Los estados no son creaciones divinas indivisibles e inmutables, sino el resultado del devenir de la historia, y tan solo las guerras de los reyes absolutistas con ideas patrimoniales de sus estados, y los azares de unas victorias en lugar de otras, son las que han conformado los países. Nuestro país en concreto. Eso explica que en la misma península Cataluña sea parte de España y Portugal no, ya que podría haber acontecido al revés. Al que quiera explicarlo porque lo quiso Dios así, tan solo se lo puede rebatir el que cree que Dios no lo quiso así. Y de ahí al enfrentamiento.


La democracia, nace de abajo hacia arriba, es el pueblo el que elige a sus dirigentes y su forma de Estado. Y esto no es una creencia, no es fe, es parte de la definición de democracia. Cuando existe un problema palpable para un Estado, como es la desafección de Cataluña en España, el único remedio que queda es preguntarles, dejarlos que hablen, que digan uno por uno qué es lo que quieren. Y que lo digan aquellos que quieran, porque en democracia también está el derecho de no opinar. Y una vez que hablen, se debe llevar a cabo lo que decidan. Eso es lo que hacen países demócratas como el Reino Unido con Escocia o Canadá con Quebec. Si no les dejamos decidir crecerá el sentimiento independentista sin medida. Negarles el derecho de decidir qué quieren ser no les lleva más que a enrocarse en su posición y eso conduce al extremismo, al enfrentamiento, a la guerra, a la muerte y al sufrimiento. Y no exagero, ahí tenemos el ejemplo reciente, y en esta Europa, de los Balcanes.


Si declaran la independencia unilateral los catalanes, ¿les vamos a invadir? ¿Enviamos a nuestros hijos a matar catalanes? -es que yo estoy mayor ya para ser soldadito-.

La sangre de mis hijos vale mucho más eso.

Ni una gota de sangre más por una maldita idea sagrada, por la fe de unos tarados que quieren arrastrar a los demás con sus soflamas basadas en creencias sacrosantas. Como dijo mi admirado Julio Anguita: “Malditas todas las guerras y los canallas que las fomentan”…