jueves, 26 de noviembre de 2015

Un pirata en una tasca

Todos aquellos que nos sentimos escritores y queremos publicar en España, lo tenemos ciertamente difícil. Este no es un país al uso, de esos que reconocen los méritos, llevan a la cumbre a quien se lo merece y más tarde se sienten orgullosos de los que destacan. Este un país de esos otros en que las influencias y la corrupción campan a sus anchas. En el primer tipo de países, un escritor que tenga méritos, acabará encontrando un editor que apueste por él y como consecuencia encontrará sus lectores. En nuestro país para publicar en una editorial grande, de las que reservan espacios en las grandes superficies, hacen publicidad y promocionan a sus escritores, tienes que tener acceso directo al entramado empresarial que decide, ya porque seas amiguete o pariente, o porque seas un rostro conocido de la televisión. Si no es así, nadie valorará tu obra ni apostará por ti. Y no lo digo porque a mí no me hayan hecho caso, sino porque no sale nadie que no haya surcado las aguas del nepotismo. A los nuevos tan solo nos queda el recurso de publicar con una editorial de autores noveles en las que te tienes que trabajar tú mismo toda la promoción y, si no sabes hacerlo o no puedes, ellos se conforman con que les vendas a tus amigos y familiares un centenar de libros. Ahí tienen el negocio y no necesitan más.

Últimamente, en mi relación con escritores, estoy leyendo a muchos autores nuevos, y puedo asegurar que varias de las novelas que he leído son muy superiores en calidad y atractivo a los títulos que nos meten entre ceja y ceja los medios de comunicación y que más que crear afición a la lectura la destruyen, por encajarnos decepción tras decepción. Podría poner varios ejemplos de estas novelas que me han gustado, pero como la mayoría son amigos, pecaría de omisión y crearía susceptibilidades en mi entorno. No obstante no me resisto a recomendar la última, que acabo de leer, porque me ha sorprendido y me parece muy superior a otras cosas que ofertan las editoriales punteras. Y yo sé que el autor lo ha intentado, como yo mismo, con todas ellas.
Se trata de “La tasca de los adversarios”, de Javier Asenjo.


Es su primera novela publicada, pero ya cuenta con un estilo definido, que sorprende por su consistencia. Aunque es una novela de fácil lectura, el tema no es nada fácil. Se trata de la violencia y la posición moral del individuo ante ella.


Por comenzar la reseña con lo único que no me gusta, diré que la integración de las ilustraciones se ha realizado por parte de los editores cargadas de tinta y sin contraste, siendo oscuras y apenas perceptibles. Pero esto es accesorio y no sustancial.

Trataré de soslayar el argumento y no contar más de lo que debiera, para que los próximos lectores se vean sorprendidos por los hechos. Tan sólo apuntaré que todo transcurre alrededor de un bar llamado “La Tasca de Azabache”, donde pulula diversa fauna reconocible, entre ellos un pirata de nuestro siglo que ha naufragado en su vida y trata de agarrarse a algo con lo que flotar. Al resto de los personajes tendrá que conocerlos el lector con la lectura de la novela. También apuntaré que la ciudad donde todo transcurre, que no es nombrada, me resulta muy familiar.

Javier nos presenta a los actores de esta puesta en escena en con un narrador que habla al lector directamente de hechos que ha vivido o, en tercera persona, de hechos que conoce. Le interpela como lector y le explica lo que ha ocurrido incitándole a que se implique en la historia y participe, como un personaje más, en la acción. El narrador no es nada objetivo, no es un típico narrador omnisciente que lo conozca todo y que lo presente de una forma aséptica. Es todo lo contrario, alguien muy implicado en los hechos que en lugar de describir a los personajes los insulta. Esta es la novela de los antihéroes, de la gente a la que no queremos parecernos, por muchas semejanzas reales que con ellos tengamos.

El narrador tiene las manos manchadas y exige al lector que se las manche también, porque le sitúa ante el reto de juzgar lo que ve. Y lo que está viendo es algo reconocible, porque todos hemos visto actitudes y personas como las que nos presenta la novela, y podemos reflexionar sobre “qué hubiera hecho yo en ese caso” y si “hubiera sido un cobarde” o “me hubiera sobrepuesto y comportado como un héroe”. Para eso nos muestra Javier un espejo en el que mirarnos; imagen simbólica, el espejo, que tiene gran relevancia en el argumento, ya que el protagonista se mira en él, antes y después de que todo acontezca, viendo un reflejo de sí mismo que no le gusta. ¿Nos gustaríamos nosotros en las mismas circunstancias? Javier en esta novela nos presenta ese espejo en el que mirarnos, a riesgo de aborrecernos.


El lenguaje de Javier es denso, descriptivo de psicologías, pormenorizando hasta la extenuación cada escena, lleno de metáforas de lo cotidiano, rico en vocablos y, sobre todo, muy directo, partiendo de los sentimientos más íntimos del narrador hasta llegar a tocar el “alma” de su interlocutor, que es el lector. Y ese lector o lectora eres tú, a quien te transfiero el reto de que te enfrentes a tus miedos, de que tomes partido y que te manches las manos y el alma con esta historia.

1 comentario:

  1. Agradezco muchísimo esta crítica, hace que uno, que a veces se deja la piel para construir una historia y darla calidad, y desespera al no ver ningún reconocimiento, se sienta de nuevo motivado y estimulado para crear de nuevo. Muchísimas gracias por tus palabras: y ahora ¡¡me pondré de nuevo a escribir!!

    ResponderEliminar