lunes, 30 de mayo de 2016

Y España quedó la veintidós de veintiséis

En este blog llevo a cabo una lucha contra molinos de viento en la que es muy posible que acabe como nuestro don Quijote, magullado y derrotado. Me quedará, no obstante, la no pequeña satisfacción de poder decir “lo he intentado”, aunque esta no aliviará la evidente amargura de la derrota. Pero, en fin…

Me refiero, evidentemente, a la defensa del idioma castellano, a cuya causa voy a darle aquí otro empujoncito. Si no estuviera yo solo en la batalla, o más bien, si fuéramos millones en ella, no me cabe duda de que el resultado sería positivo, porque tenemos razón.

Cuando me enteré de que la participante “española” (resáltense las comillas) en Eurovisión cantaría en Inglés, me llevé un disgusto tremendo y escribí aquí una entrada deseando que quedara la última.


Al respecto, cumplí mi propósito de evitar ver la emisión televisiva del evento, pero cuando me enteré de que prácticamente quedó la última, una honda y maléfica satisfacción me invadió por completo. Esto validaba mi tesis. Al quedar muy por detrás de gamberradas como la del Chikilicuatre en el año 2008, se demuestra que la calidad no es algo que se valore en este concurso de canciones ligeras. Sostenía yo entonces, y me reafirmo, que lo único que podíamos aportar en un foro como este era el orgullo de aldea gala de poner en valor nuestra lengua, una de las principales del mundo. Lo más positivo del resultado es que ya nadie podrá volver a argumentar que siempre quedamos de los últimos porque llevamos canciones en castellano que nadie entiende. Para poner la guinda a este pastel es importante subrayar que la ganadora, una ucraniana llamada Jamala, cantó en idioma tártaro.

Yo no tengo nada personal contra esa tal Barei que representó a TVE -pero nunca a mí-, por más que me alegre de su estrepitosa derrota; aunque debo confesar que un poco de manía sí que le cogí cuando declaró que por ella “no llevaría una sola palabra en español”, pues los coros eran en castellano. Parece ser que los directivos de la cadena estatal de televisión tuvieron su prurito de vergüenza y se lo impusieron.


El problema verdadero está en que esta persona, como representante de una gran masa de castellanoparlantes -sobre todo jóvenes- tienen complejo de inferioridad de su lengua, considerando muy superior al inglés. Y esto es culpa de todos, que no les hemos sabido transmitir los valores de una lengua que no tiene nada que envidiar a ninguna de las que le rodean. Una cosa es utilizar un idioma internacional -considero para ello mejor el esperanto- y otra avergonzarse del propio.

Espero convencer a todo el mundo de que ya nadie puede permanecer al margen, hay que posicionarse y defender un lado u otro de la trinchera; el no hacerlo significará que dejaremos que la corriente siga su curso y nuestro idioma termine por ser lengua muerta.

Para terminar con un punto de optimismo anotaré que me llevé una gran alegría al descubrir a otro Quijote -yo me apunto a ser su Sancho- cuyo artículo dejo aquí como colofón al mío, y que no dará pereza leer por su brevedad. Me refiero a lo escrito por Julio Llamazares en El País: Dadaísmo. Desde que la cultura anglosajona manda, el único idioma respetable es el inglés, incluso en España, donde la mitad de la población no lo hablamos

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